En el juicio se produjo un hecho poco frecuente: un sospechoso tuvo que declarar como testigo. Julio César Altuve nunca fue imputado por el crimen de Lucas Fernández, pero se sabía que su situación procesal podía cambiar de un momento a otro. Todos sostenían que suerte cambiaría a partir del debate. El 21 de noviembre, el hijo de la dirigente gremial Ada Altuve se sentó frente a los jueces para contar su versión de los hechos. Pero en sus dichos dejó más dudas que certezas.
El testigo dijo que la noche del 29 de marzo había festejado en la casa de un amigo en Yerba Buena. Explicó que cerca de las 5.15 abandonó la reunión para dirigirse a un hotel alojamiento de Las Talitas en un Fiat 147 azul con vidrios polarizados, idénticas características al que utilizó el homicida. Tal como dijo en la etapa de instrucción, presentó una factura del establecimiento para demostrar que había estado allí en esa madrugada como si fuera habitual tener una documentación de esas características.
Caso Lucas Fernández: en el juicio comenzó a conocerse parte de la verdadNo pudo explicar por qué dejó estacionado su auto en la playa de estacionamiento del PAMI donde trabajaba; por qué se trasladó desde Yerba Buena hasta Las Talitas en un auto que presentaba fallas; por qué hizo cambiar el polarizado y no reparó el Fiat y por qué le quitó relevancia a la lesión (perdió un ojo) que había sufrido su hermano Enrique Vergara Altuve cuando fue agredido por Lucas Fernández dos años antes.
Durante las audiencias pasaron varios amigos y allegados confirmando la versión de la reunión. Silvana Lasagna Saleme, su novia en esos tiempos, también corroboró sus dichos y profundizó aún la coartada de la factura del albergue transitorio. Explicó que solían ir a distintos hoteles y que no podían facturas, pero en esa oportunidad sí lo habían hecho y por eso la presentaron como prueba.
Tres de los cinco amigos señalaron al acusadoPero hubo un testimonio clave en la audiencia que complicó sin lugar a dudas la situación de Vergara Altuve. La profesora de guitarra de Lucas, Juana Sánchez Barot, fue testigo de un insólito episodio ocurrido dos días antes del mortal ataque. “Yo escribía en el pizarrón y él se quedó de pie, de frente a la ventana. Jamás le quiso dar la espalda. Recuerdo que un día se sobresaltó. ‘mire, profe, mire’, me dijo señalando a través de la ventana. ‘Ahí va ese tipo, es mi enemigo. Me anda buscando’, me contó. Miré y vi un Fiat 147 azul que pasaba despacito. No sé si iba Julio Vergara, porque tenía los vidrios polarizados”, había declarado en el ya desaparecido “El periódico”, palabras que luego ratificó durante la audiencia. Estos dichos complicaron la situación procesal del sospechoso.